Este artículo se publicó en el vol. 36, nro. 3, de abril de 2006, pp.22-32, de la revista Ecologist. En su momento lo leí en el blog de la Asociación Sina (por cierto, no os lo perdáis). Estos días, gracias a Facebook, lo he «recordado», esta vez desde el blog Tenemos Tetas (que tampoco hay que perderse). En cualquier caso, gracias a todas y todos los que habéis hecho posible que tengamos este fantástico artículo que creo que merece la pena seguir reproduciendo y difundiendo.

Las negritas son de Monitos y Risas


La especie humana ha amamantado durante casi medio millón de años. Únicamente durante los últimos 60 años hemos empezado a dar a los bebés el alimento altamente procesado a conveniencia llamado “fórmula”.

Las consecuencias sobre la salud – dos veces más riesgo de muerte durante las primeras 6 semanas de vida, cinco veces más de riesgo de padecer gasroenteritis, dos veces más riesgo de desarrollar eczemas y diabetes y hasta 8 veces más de riesgo de desarrollar un cáncer linfático – son sorprendentes.

Con unos productores en el Reino Unido de fórmula que se gastan alrededor de 20 libras por bebé para anunciar esta “porquería de alimentación infantil”, comparado con los miserables 14 peniques por bebé que el gobierno gasta promoviendo la lactancia materna, ¿podemos esperar que la tendencia se invierta?.

Pat Thomas descubre un mundo donde los empresarios de leches artificiales al acecho de bebés, profesionales sanitarios negligentes y un público ignorante, falto de comprensión, conspiran todos juntos para apartar a los bebés del pecho y ponerles al biberón.

Todos los mamíferos producen leche para sus crías, y la especie humana ha estado amamantando sus bebés desde hace 400.000 años.

Durante siglos, cuando una mujer no podía amamantar a su bebé, lo hacía una “madre de leche”. Sólo desde hace 60 años hemos abandonado nuestro instinto abrazando la cultura del biberón que no sólo no ayuda a las madres, presionadas por las marcas de leche artificial sino que además les hace creer que la leche sustituta es tan buena -sino más- que la “real”.

La leche de formula no fue concebida para un consumo tan extenso como el de hoy en día. Nació a finales del siglo XIX como alimento para niños criados en orfanatos que de otra manera no hubieran sobrevivido. En este contexto limitado, la leche de fórmula fue un salvavidas.

Sin embargo, al pasar el tiempo, la alimentación humana en general – y la infantil en particular- se hicieron más “científicas”, y la leche artificial se presentó al gran público como un avance en la lactancia.

Si alguien se preguntase, “¿Qué marca de fórmula debo usar?” o “¿Qué es lo más parecido a la leche materna?”, la respuesta debería ser “No se sabe “, porque nadie da una respuesta objetiva, dice Mary Smale, consejera de LM de National Childbirth Trust desde hace 28 años:

Sólo los fabricantes saben qué se traen entre manos y no te lo van a a decir. Pueden anunciar ingredientes “saludables” como oligosacáridos, ácidos grasos o beta-caroteno, pero realmente no te dicen de qué productos básicos está hecha o de dónde vienen los ingredientes.

Los ingredientes conocidos que constituyen la leche materna son usados como una referencia general por los científicos que trabajan haciendo LA. Pero hoy en día, no hay una “fórmula” para la leche de fórmula. De hecho, desde sus primeros días el proceso de producción de leche artificial ha sido de ensayo y error.

Los fabricantes pueden incluir lo que quieran, porque sí, en la leche. De hecho la receta para un producto puede variar de lote a lote, a causa del precio o la disponibilidad de alguno de los ingredientes. Asumimos que la leche de fórmula está seriamente regulada, pero no se pide transparencia a los fabricantes, por ejemplo, no tienen que hacer constar los ingredientes.

La mayoría de las leches artificiales se basan en la leche de vaca. Pero para que un bebé pueda tomar leche de vaca, ésta necesita ser muy modificada. Hay que reducir proteinas y minerales y aumentar carbohidratos, habitualmente añadiendo azúcar. La grasa de la leche, que al cuerpo humano le cuesta absorber, y particularmente a un cuerpo con un sistema digestivo aún inmaduro, es eliminada y sustituida por grasas vegetales, animales o minerales.

Se añaden vitaminas y otros elementos pero no siempre en su versión más digerible (esto significa que la propaganda de que esta leche de fórmula es “nutricionalmente completa” es cierta, pero sólo si lo tomamos en el estricto sentido de haber añadido todo el equipo de vitaminas y minerales a un producto inferior).

Muchas leches de fórmula se endulzan mucho. Mientras la mayoría no se endulzan con azúcar en forma de sacarosa, pueden contener altos niveles de lactosa (azucar de la leche), fructosa (azucar de la fruta), glucosa (tambien conocido como dextrosa, un azucar sencillo obtenido de las plantas) y maltodextrosa (azucar de la malta). Por un vacio en la ley, pueden ser anunciadas como “sin sacarosa”.

La leche artificial puede contener además contaminantes inintencionados debido al proceso de manufacturado. Pueden contener trazas de soja y maiz obtenidos genéticamente.

La bacteria salmonella y las aflatoxinas – tóxico potente, carnigénico, mutagénico, inmunosupresor, producido por el hongo Aspergillus- han sido regularmente detectados en leche de fórmula, asi como el Enterobacter sakazakii, un devastador patógeno que puede causar sepsis (infección en la sangre causada por una bacteria), meningitis, y enterocolitis necrosante en recién nacidos.

Los envases de leche pueden correr el riesgo de ser accidentalmente contaminados con fragmentos de cristal roto, fragmentos de metal, así como productos químicos como phtalatos y bisferol A, ambos cancerígenos, y recientemente en el propio envase isopropil thioxanthone (ITX, otro sospechoso como cancerígeno).

Pueden también contener niveles excesivamente altos de metales pesados incluyendo el aluminio, manganesio, cadmio y plomo.

Las fórmulas de soja son en concreto preocupantes por sus altos niveles de estrógenos derivados de planta (phytostrogenos). De hecho las concentraciones de phytoestrogenos que se han detectado en recién nacidos alimentados con fórmula de soja pueden ser de 13.000 a 22.000 veces mayor que las concentraciones normales de estrógenos. Los estrógenos en cantidades excesivas pueden causar cáncer.

Matar bebés

Durante mucho tiempo se pensó que los riesgos de enfermedad y muerte por alimentación artificial eran propios sólo de países en desarrollo, donde escasea el agua limpia necesaria para hacer los biberones, y donde la pobreza hace que las madres tengan que diluir la leche para hacerla durar, con el riesgo de diarrea, cólera y malnutrición. Pero hay nuevos datos de los países desarrollados, que dicen claramente que hay bebés que enferman y mueren debido a una dieta temprana de alimentos “infantiles”.

Porque no es nutricionalmente completa, porque no contiene defensas como la LM y porque la consumen los bebés que tienen necesidades nutricionales variables al crecer. No reconocer estas necesidades, hace que los efectos del biberón, día tras día, desde el primero, puedan ser devastadores a corto y largo plazo.

LM frente a LA: no hay color

La leche materna es un alimento vivo, con células vivas, hormonas, enzimas activos, anticuerpos y otros al menos 400 componentes únicos. Es una sustancia dinámica, cuya composición cambia del principio al fin de la toma, de acuerdo con la edad y necesidades del niño. Como también proporciona inmunidad activa, cada vez que el bebé toma el pecho también recibe protección contra enfermedades.

Comparada con esta sustancia milagrosa, la leche artificial que se vende como leche infantil es comida basura. Es el único alimento prefabricado que el ser humano se atreve a consumir en exclusiva en un periodo de meses, aunque sepamos que ningún cuerpo humano pueda permanecer saludable y prosperar con una dieta fija de comida prefabricada.

En comparación con los bebés amamantados, los bebés alimentados con leche de fórmula tienen…

– Doble de probabilidad de morir por cualquier causa durante las primeras 6 semanas de vida.

– De dos a cinco veces más probabilidad de morir por muerte súbita.

– Cinco veces más probabilidad de ser ingresado en un hospital por gastroenteritis.

– Doble probabilidad de sufrir diarreas.

– Doble probabilidad de sufrir otitis media (infección del oido interno).

– Doble probabilidad de desarrollar eczema o dermatitis si hay antecedentes familiares de dermatitis atópica.

– Cinco veces más probabilidad de desarrollar infecciones del tracto urinario.

– De seis a diez veces más probabilidad de desarrollar enterocolitis necrótica (una infección grave del intestino), en los primeros seis meses de vida.

– Doble probabilidad de desarrollar diabetes juvenil dependiente de insulina (tipo 1).

– De cinco a ocho veces más probabilidad de desarrollar linfomas antes de los 15 años.

Los estudios han demostrado que más adelante, los bebés que se alimentaron con leche de fórmula, tienen una tendencia mayor a desarrollar:

– Inflamaciones de intestino infantiles, esclerosis múltiple, mala oclusión dental, enfermedades coronarias, diabetes, hiperactividad, enfermedades del tiroides autoinmune y celiaquismo.

Los bebés alimentados con leche de fórmula tienen el doble de probabilidad de morir de cualquier causa durante las primeras semanas de vida. Más concretamente, la leche de fórmula aumenta el riesgo de sufrir el síndrome de muerte súbita, de dos a cinco veces.

Los bebés alimentados con fórmula también presenta un riesgo significativamente más alto de terminar en un hospital por una variedad de enfermedades. Por ejemplo, tiene una probabilidad cinco veces más alta de ser ingresado en un hospital por gastroenteritis.

Incluso en países desarrollados, los bebés alimentados con leche de fórmula presentan tasas de diarrea que duplican a las de los bebés amamantados. Tienen el doble de probabilidad de sufrir otitis media (infección del oido interno), doble probabilidad de desarrollar eczema o dermatitis si hay antecedentes familiares de dermatitis atópica, y cinco veces más probabilidad de desarrollar infecciones del tracto urinario.

En los primeros seis meses de vida, los bebés alimentados con leche de fórmula tienen de seis a diez veces más probabilidad de desarrollar enterocolitis necrótica (una infección grave del intestino, con muerte del tejido intestinal), cifra que se incrementa hasta 30 veces, después de ese periodo.

Existen enfermedades aún más graves que se relacionan con la alimentación con fórmula. En comparación con los bebés que fueron amamantados aunque sólo fuera durante 3 ó 4 meses, un bebé que tomara leche artificial presenta el doble de probabilidad de desarrollar diabetes juvenil dependiente de insulina (tipo 1). También se observa un riesgo de cinco a ocho veces mayor de desarrollar linfomas antes de los quince años, en niños que fueron alimentados con leche de fórmula o amamantados durante menos de 6 meses.

Los estudios han demostrado que más adelante, los bebés que se alimentaron con leche de fórmula, tienen una tendencia mayor a desarrollar enfermedades como inflamaciones de intestino infantiles, esclerosis múltiple, mala oclusión dental, enfermedades coronarias, diabetes, hiperactividad, enfermedades del tiroides autoinmune y celiaquismo.

Por todas estas razones, la leche de fórmula no puede ser considerada como la segunda mejor opción en comparación con la leche materna. Oficialmente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado a la leche de fórmula como la última opción de alimentación de bebés: La primera opción es la leche materna de la madre, la segunda es la leche materna alimentada con un vaso o biberón, la tercera es la leche materna de un banco de leche o una nodriza, y en último lugar, la lache de fórmula.

Aún así, los bebés amamantados se están convirtiendo en una especie en peligro de extinción. En el Reino Unido, las tasas son catastróficamente bajas y así se han mantenido durante décadas. Las cifras actuales sugieren que sólo un 62% de las mujeres intentan dar de mamar (mientras están en el hospital). A las 6 semanas, sólo el 42% siguen dando de mamar. A los 4 meses, sólo el 29% sigue amamantando y, a los 6 meses la cifra cae hasta el 22%.

Estas cifras podrían venir de casi cualquier país desarrollado del mundo y deberíamos hacer hincapié que no reflejan tampoco la lactancia materna exclusiva.

En lugar de esta opción, muchas madres modernas practican una alimentación mixta, combinando la lactancia materna con leches artificiales y alimentos infantiles.

En todo el mundo la OMS estima que sólo el 35% de los bebés toman leche materna en cualquier proporción, a los 4 meses de edad, y, aunque no se puede asegurar por completo porque la investigación llevada a cabo sobre lactancia materna exclusiva es escasa e incompleta, se estima que sólo un 1% de los bebés son alimentados exclusivamente con leche materna a los 6 meses.

La mujeres jóvenes en concreto, son las que menos amamantan, con un 40% de las madres de menos de 24 años que ni siquiera lo intentan.

De todas formas el mayor handicap es el socioeconómico. Las mujeres que habitan viviendas de baja renta y con una mínima educación, son las que tienen menos probabilidad de amamantar, a pesar de que ese hecho supondría una gran diferencia para la salud del bebé.

Para los niños procedentes de familias con desventajas sociales, la lactancia materna exclusiva durante los primeros 6 meses, puede ayudar en gran manera a superar las desigualdades relativas a la salud y que surgen de las diferentes condiciones de vida encontradas entre nacer en la pobreza y hacerlo en mejores condiciones económicas.

En resumen, la lactancia materna saca de la pobreza al bebé durante esos cruciales primeros meses y le da un comienzo en la vida mejor.

Así que, ¿Por qué las mujeres no amamantan?

Antes de que los biberones se convirtieran en la norma, amamantar era una actividad de la vida cotidiana basada en la imitación y en el aprendizaje dentro de la familia y la comunidad. Las mujeres se convertían en expertas experimentando por si mismas el método de prueba y error.

Pero hoy en día, lo que debería ser más o menos natural se ha convertido en algo extraordinariamente complicado – el centro de atención de las estrategias y políticas de marketing global, legislación, grupos de apoyo al cabildeo, activistas y la interferencia de un bien intencionado, pero a veces inefectivo, culto de expertos.

Según Mary Smale, es la confianza y las expectativas de apoyo lo que marca la diferencia, particularmente en el caso de mujeres socialmente desaventajadas.

El concepto de “auto eficacia” – en otras palabras, si crees que puedes hacer algo – es tremendamente importante. Puedes decirle a una mujer que amamantar es realmente una buena idea, pero ella debe creer firmemente una serie de cosas.

En primer lugar, tiene que creer que es una buena idea – que será bueno para ella y para su bebé. En segundo lugar, tiene que pensar “soy el tipo de persona que puede hacer esto”, en tercero – y quizás sea esta la cuestión más importante – es la convicción de que si tiene problemas, será el tipo de persona que, con ayuda, podrá solucionarlos.

Los estudios revelan, por ejemplo, que las mujeres con ingresos reducidos a menudo creen que amamantar produce dolor, y también tienden a creer que la fórmula (los biberones) resulta igualmente buena.

Así que, desde el principio, la motivación para amamantar simplemente no está ahí. Pero lo que ocurre realmente es que creen que si existiera algún problema no podrían hacer nada al respecto; y eso, digamos por ejemplo, el hecho de doler, es puramente suerte.

Esta actitud es muy diferente a la que presenta una madre de clase media, que está acostumbrada a pedir ayuda para resolver sus dudas, que no se asustada por descolgar el teléfono o decirle a su comadrona o médico “quiero que me ayude con esto”.

Casi todas las mujeres – alrededor del 99% – pueden amamantar con éxito y producir leche suficiente para sus bebés, no sólo para que crezcan sino también para que se desarrollen.

Con apoyo, ánimos y ayuda, casi todas las mujeres están dispuestas a comenzar a amamantar, pero las tasas de abandono son alarmantes: el 90% de las mujeres que lo deja en los primeros 6 meses dice que le gustaría haber continuado.

Y parece probable que las tasas de amamantamiento en exclusiva durante largos períodos de tiempo podrían mejorarse si existiese apoyo consistente disponible, y si el apoyo dentro de la familia y la comunidad de matronas para amamantar, tanto a nivel del hogar como en público, se generalizase y difundiese.

Claramente, este apoyo social no está ahí, y la visión de amamantar frente a dar biberón sugiere que existe, además, una compleja confluencia de factores – médicos, socioeconómicos, culturales y políticos – que regularmente minan la confianza de las mujeres, a la vez que refuerzan la noción de que alimentar a sus bebés artificialmente está más de moda que la salud, y el cuerpo de la mujer moderna simplemente no está preparado para producir suficiente leche para su prole.

Amamantar es un proceso de negociación natural entre la madre y el bebé y tú interfieres en ello bajo tu responsabilidad, cita la catedrática Mary Renfrey, Directora de la Unidad de Investigación de la Madre y el Bebé de la Universidad de York.

Pero durante los primeros años del siglo pasado la gente estaba muy ocupada para interferir en esto. En términos de la ecología del amamantamiento, lo que tienes es un hábitat natural que ha sido trastornado.

Pero no es sólo la presencia de un gran predador – la invención de la leche artificial – lo relevante. Es el hecho de que el hábitat ya estaba debilitado por otras fuerzas que lo han hecho tan vulnerable como para llegar al desastre.

Si echas un vistazo a los libros de medicina, desde el comienzo del siglo XX, encontrarás muchas citas sobre amamantar de modo científico y exacto, y es a partir de aquí cuando se aprecia que las cosas empezaron a desmoronarse.

Esta caída, dice Renfrey, se debe en gran medida al miedo y a la desconfianza que la ciencia tiene sobre el proceso natural de dar el pecho. En concreto, el hecho de que una madre pueda poner al bebé al pecho y hacer algo más mientras amamanta, y que el bebé se aparte naturalmente cuando ha tomado suficiente, se veía como algo desordenado e inexacto.

El modelo médico / científico reemplazó esta situación natural con medidas exactas – por ejemplo, cuantos mililitros de leche debería idealmente tomar un bebé en cada tetada – lo que desvió el equilibrio natural entre bebé y madre y estableció la alimentación a través del biberón como algo biológicamente normal.

Las tasas de amamantamiento también empezaron a descender como consecuencia de las circunstancias cambiantes en la mujer tras la I Guerra Mundial, ya que más mujeres dejaban a sus hijos para ir a trabajar, como consecuencia de la emancipación de la mujer – y a la pérdida de hombres en los “campos de exterminio”- y en gran parte también como consecuencia de la llegada de la II Guerra Mundial, cuando aún más mujeres empezaron a trabajar fuera de casa.

También se producía la primera ola de feminismo, comenta Renfrey, lo que nos lleva a los años 60 donde se animaba a que las mujeres dejaran de lado a sus bebés y comenzaran a vivir sus propias vidas. Así que lo único que podía haber ayudado – el apoyo de las mujeres entre sí – en realidad creó una situación en la que incluso las mujeres intelectuales, comprometidas, conscientemente enteradas de esta situación, que deberían haberla cuestionado, se perdieron durante algún tiempo.

Como consecuencia de esto, terminamos por encontrarnos con una confianza en declive y generalizada sobre dar el pecho, un entendimiento en descenso de su importancia y una habilidad también en descenso de los profesionales de la salud para hacerle frente. Y, por supuesto, todo esto ocurría al mismo tiempo que el desarrollo tecnológico de la leche artificial y de la disponibilidad gratuita de la fórmula.

Parto medicalizado

Antes de la II Guerra Mundial, el embarazo y el nacimiento – y, por extensión, dar el pecho, – eran parte del continuum de la vida normal.

Las mujeres daban a luz en casa con ayuda y apoyo de matronas expertas, que eran en sí mismas parte de la comunidad, y después amamantaban con el apoyo de la familia y los amigos.

Extraer el proceso de nacimiento de la comunidad para reubicarlo en los hospitales provocó un incremento en la medicalización de los aspectos reproductivos de las mujeres.

Los eventos relativos a la vida se transformaron en problemas médicos, y el conocimiento tradicional se sustituyó por soluciones científicas y tecnológicas. Esta medicalización dio como resultado una cascada de intervenciones que minaron profundamente la confianza de las mujeres en su habilidad para concebir y criar un bebé sano, en el nacimiento y en cómo alimentarlo.

La cascada viene a caer de un modo similar a cómo sigue: los hospitales son instituciones; son impersonales y, en caso de necesidad, deben seguir una serie de protocolos y rutinas. Para que un hospital vaya sobre ruedas, los pacientes idealmente deben de ser sedados e inmovilizados.

Para el caso de las madres que dan a luz, esto significa estar tumbadas sobre la espalda en la cama, en una posición antinatural que hace que el trabajo de parto sea lento, improductivo y mucho más doloroso.

Para “fijar” estos trabajos disfuncionales inducidos, los médicos desarrollaron una serie de medicamentos (generalmente hormonas sintéticas como las prostaglandinas o el syntocin), tecnologías (como los fórceps o la extracción con ventosa), y procesos (como las episiotomías) para acelerar el proceso de parto.

Acelerar el trabajo de parto artificialmente causa incluso más dolor y esto, en consecuencia, genera el desarrollo de una serie de medicamentos para mitigar el dolor. Muchos de estos eran tan intensos que la madre a menudo estaba inconsciente o profundamente sedada en el momento del alumbramiento y, por lo tanto, incapacitadas para ofrecer el pecho a su recién nacido.

Todos los medicamentos para mitigar el dolor traspasan la placenta, así que incluso si la madre está consciente, su bebé puede no haberlo estado, o puede haber estado tan profundamente sedado que sus instintos naturales de búsqueda (lo que le ayuda a encontrar el pezón) y la coordinación muscular (necesaria para agarrarse debidamente al pecho) se ven severamente perjudicados.

Mientras que tanto la madre como el bebé se recuperaban de este sufrimiento derivado del nacimiento medicalizado, hasta los años 70 y 80, eran separados por rutina. A menudo, al bebé no se le “permitía” tomar el pecho hasta que tomaba primero un biberón, por si acaso había algún problema con su aparato gastrointestinal.

Dar el pecho, cuando ocurría de todos modos, se hacía bajo unos estrictos horarios. Estos horarios para dar el pecho – generalmente basados en una pauta de tres o cuatro horas – eran totalmente antinaturales para los recién nacidos, que necesitan alimentarse 12 veces o más en un período de 24 horas. A los bebés que estaban inevitablemente hambrientos entre las tomas se les daba por rutina suplementos de agua y/o fórmula.

Había montones de momentos de estar separado del bebé, según cuenta la catedrática Renfrey.

El modo en que este modelo científico de amamantar surgió en el hospital fue debido a que al bebé se le ponía durante 2 minutos en cada pecho el primer día, luego cuatro minutos en cada pecho durante el segundo día, siete minutos el tercer día y así sucesivamente.

Esto creaba una enorme ansiedad puesto que la madre tenía que estar mirando el reloj en vez de mirar a su bebé. A los bebés se les separaba de la madre después de cada toma, luego se los llevaban por la noche al nido en vez de llevárselos a sus madres para que les alimentaran. Así que se producía una situación en la que los bebés lloraban en el nido mientras que las madres lloraban en la sala postnatal. Esto es lo que se consideró la norma durante los años 60 y 70.

La leche materna se produce en función de la oferta y la demanda, y estas rutinas de coger y dejar al bebé en el nido, que mitigaban el hambre del recién nacido y producían menos demanda, también reducían la oferta de leche materna. Como resultado, las mujeres a merced de los nacimientos institucionalizados experimentaban el hecho de dar el pecho como una lucha frustrante a menudo dolorosa al tiempo que infructuosa.

Cuando, bajo estas circunstancias, el dar el pecho cayó en picado, la fórmula se ofrecía como una “solución nutricional completa” que era también más “moderna, limpia y más socialmente aceptable”.

Por lo menos dos generaciones de mujeres han estado sujetas a este tipo de rutinas perniciosas y, como resultado, muchas de las madres de hoy en día encuentran el concepto de dar el pecho como algo extraño y nada familiar, y muy a menudo creen que pueden llevarlo a cabo pero frecuentemente no lo hacen, y es como algo a lo que deberían darle una oportunidad pero que, igualmente, es algo sobre lo que no deberían de sentirse tan mal si no sale bien.

Fracasos profesionales

Los mismos jóvenes doctores, enfermeras y matronas que fueron pioneros en este modelo médico de reproducción dirigen los servicios de salud de nuestros días. Así que, quizás no debería sorprendernos el hecho de que los hospitales modernos son, en su corazón, poco diferentes que sus predecesores.

Puede que tengan televisores y reproductores de CDs, y las paredes decoradas con colores agradables, y los medicamentos sean más sofisticados, pero los objetivos y principios básicos de los partos medicalizados apenas han cambiado en los últimos 40 años – y el efecto sobre amamantar sigue siendo devastador.

En muchos casos, la perspectiva de los proveedores de cuidados sanitarios sobre la alimentación de los bebés se basa en sus propias experiencias. Los estudios revelan, por ejemplo, que el factor más importante de influencia sobre la efectividad y el esmero de los consejos sobre dar el pecho de un médico es el hecho de si el propio médico o su mujer han amamantado a sus hijos. Además, una matrona, enfermera o visitador de salud que hayan alimentado a sus propios hijos con fórmula no son buenos abogados para defender dar el pecho.

Más preocupante resulta el hecho de que estos profesionales pueden acabar perpetuando estos mitos dañinos sobre dar el pecho, facilitando así su pérdida.

En algunos hospitales a las mujeres se las sigue advirtiendo de que deben limitar la cantidad de tiempo al principio, durante el cual el bebé está succionando de cada pecho, para que así “se endurezcan” los pezones. O les dicen que sus bebés obtienen toda la leche que necesitan en los primeros 10 minutos y que seguir mamando después de este tiempo resulta innecesario. A algunas incluso se les dice todavía que deben seguir unos intervalos de 4 horas entre toma y toma.

Las cifras extraídas del Instituto Nacional de Estadística del Reino Unido revelan que todavía se dan complementos a los bebés. En 2002, casi el 30% de los bebés de hospitales del Reino Unido recibieron biberones de suplementos por parte del personal hospitalario, y cerca del 20% de los bebés fueron separados de sus madres en algún momento durante la estancia en el hospital.

Continuar con los consejos inapropiados por parte del personal médico es una de las razones por las que, en 1991 UNICEF lanzó la iniciativa Hospitales Amigos de los Niños (BFHI) – un sistema de certificación para los hospitales que siguen determinados criterios para promover con éxito la lactancia materna.

Estos criterios incluyen:

-Formar a todo el personal sanitario sobre cómo facilitar la lactancia materna.

-Ayudar a las madres que comienzan a amamantar dentro de la primera hora del nacimiento.

-No dar a los recién nacidos ningún tipo de comida ni bebida que no sea leche materna, a menos que sea necesario por prescripción médica.

-El hospital no debe aceptar muestras ni regalos de leches artificiales.

En principio, es un paso importante para promover la lactancia materna, y los estudios revelan que las mujeres que dan a luz en los Hospitales Amigos de los Niños amamantan a sus hijos durante más tiempo.

En Escocia, por ejemplo, donde el 50 % de los hospitales son Amigos de los Niños, la iniciación en la lactancia materna se ha incrementado enormemente en pocos años.

En Cuba, donde 49 de los 56 hospitales son Amigos de los Niños, el amantamiento exclusivo a los cuatro meses se ha triplicado en seis años, del 25 % en 1990 al 72% en 1996. Incrementos similares se dan en Bangladesh, Brazil y China.

Por desgracia, el interés en obtener la denominación de Amigos de los Niños no es universal. En el Reino Unido, sólo 43 (16% de todos los hospitales) han sido acreditados, y ninguno está en Londres.

De los 16.000 hospitales del mundo que han acreditado, sólo 32 están en USA. Además, los hospitales Amigos de los Niños consiguen un alto grado de iniciación en la lactancia materna, pero no pueden garantizar que el amamantamiento continúe una vez la mujer ha vuelto a su comunidad.

Incluso entre las mujeres que dan a luz en hospitales Amigos de los Niños el número que amamanta exclusivamente durante seis meses es inaceptablemente bajo.

La influencia de la publicidad

Los hospitales Amigos de los Niños tienen que combatir la desidia y la ignorancia general de los profesionales de la salud, de las madres y del público en general.

También libran una difícil batalla con los medios de comunicación, que con sus editoriales políticamente correctas para no aumentar la culpa de las madres que dan biberón y con la publicidad, aún más influyente, han ayudado a redefinir el biberón como una opción aceptable.

Aunque ahora hay limitaciones más estrictas en cuanto a la publicidad de fórmula para bebés, durante años, los productores pudieron, a través de la publicidad y la promoción, definir el tema de la alimentación para bebés tanto en el mundo científico (por ejemplo, proporcionando a los médicos gráficas de crecimiento que tenían como norma el crecimiento de niños alimentados con biberón) y en un contexto social más amplio, reformando percepciones de lo que es apropiado y lo que no lo es.

Como resultado, con la ausencia de comunidades de mujeres hablando las unas con las otras sobre embarazo, parto y crianza, las opciones de las mujeres de hoy están más directamente influenciadas por los folletos comerciales, catálogos y la publicidad que por nada más.

Los productores de leche infantil se gastan incontables millones en fabricar estrategias de marketing que mantengan a sus productos en primera línea en la consciencia del público.

En el Reino Unido, las compañías de fórmula se gastan entre 12 millones de libras al año en publicidad y promoción, muchas veces con la apariencia de “material educativo”. Esto nos da una cifra de 20 libras por cada niño. Mientras que el gobierno del Reino Unido se gasta 14 peniques por niño en la promoción de la lactancia materna.

Es un modelo de desigualdad que se repite en todo el mundo, no sólo en el área de la alimentación infantil. La industria de la alimentación tiene un presupuesto global de publicidad de 40 billones de libras, un número mayor que el producto interior bruto del 70% de las naciones del mundo.

Por cada dólar que la OMS se gasta en prevenir las enfermedades causadas por las dietas occidentales, la industria alimentaria se gasta más de 500 dólares en la promoción de esas dietas.

Desde que no pueden publicitar sus fórmulas directamente a las mujeres (por ejemplo en revistas para madres o de bebés o con folletos directos) o dar muestras gratis en hospitales o clínicas, los productores han empezado a explotar otros canales, como los clubs de madres y bebés, y sitios de Internet que dicen ayudar a las madres a obtener toda la información que necesitan sobre la alimentación infantil.

Ocasionalmente usan subterfugios. Los productores pueden publicitar leches de continuación adaptadas para bebés mayores de seis meses. Pero, a veces, estos anuncios muestran la foto de un bebé mucho más pequeño, dando a entender que el producto es apropiado para bebés pequeños.

El impacto de estas promociones no debe ser subestimado. Un estudio de UNICEF de 2005 en el Reino Unido determinó que un tercio de las madres británicas que dijeron haber visto anuncios de leche artificial en los seis meses anteriores, creían que esta era tan buena o mejor que la leche materna.

Esta revelación es aún más sorprendente ya que la publicidad de fórmula para bebés está prohibida desde hace muchos años en muchos países, incluido el Reino Unido.

Para superar las restricciones que previenen contra la publicidad directa a los padres, los productores utilizan diversas estrategias psicológicas que se centran en las preocupaciones naturales que los nuevos padres tienen sobre la salud de sus bebés.

Muchas fórmulas se conciben y se venden como soluciones a problemas médicos de los bebés como la intolerancia a la lactosa, digestión incompleta o tener mucha hambre, aunque muchos de estos problemas pueden ser causados por haber dado fórmula de leche de vaca previamente.

Los productores de leche artificial también explotan la división social entre las madres lactantes dirigiéndose a las mujeres con bajos ingresos (por medio de la publicidad y medidas de bienestar social), cosa que les ha reportado muchos ingresos.

Cuando se les presenta la oportunidad de proporcionar a sus hijos lo mejor que la ciencia puede ofrecer, naturalmente a muchas madres de clase baja les tienta la fórmula. Esto es así especialmente cuando estas madres reciben muestras gratis, como aún es el caso en muchos países en vías de desarrollo.

Pero la leche materna se basa en la ley de la oferta y la demanda y cuando una madre acepta estas muestras gratis y empieza a darle fórmula a su bebé, su producción de leche bajará rápidamente.

Desgraciadamente, cuando estas mujeres se quedan sin muestras gratis y descuentos, se encuentran con que no son capaces de producir leche y no tienen otra opción que gastarse mucho dinero en continuar alimentando a su hijo con leche artificial.

Incluso cuando las empresas “promocionan” la leche materna, plantan lo que Mary Smale llama las semillas de las condiciones que pueden llevar su fracaso.

Hace unos años, los productores producían unos folletos para mujeres, alentándolas a amamantar y asegurándoles que sólo necesitaban unas cuantas calorías extra al día. No se podía encontrar ninguna falta en sus palabras, pero las fotos eran de cosas como yogur de Marks & Spencer, pescado fresco, pan integral, pero no el pan que se puede comprar en el super o la tienda de la esquina, sino el tipo de pan que se compra en tiendas especializadas.

El mensaje subliminal era claro: un embarazo sano y una buena producción de leche se reservan para las clases medias, y que cualquier mujer que no pertenece a este grupo, tendrá que confiar en otros medios para criar a su bebé.

En cualquier revista sobre embarazo o en el pack Bounty (un catálogo para las nuevas madres con información que contiene muestras gratis de productos) se puede ver a simple vista que estos mensajes visuales sutiles, con toda clase de comida cara y exótica, todavía prevalecen.

Patrocinar la investigación

Las empresas también ejercen su influencia a través del contacto con los profesionales de la salud (a quienes les está permitido dar muestras gratis para la investigación y para “fines educativos”) que les ejercen de intermediarios. Regalos, viajes educativos a lugares exóticos y dinero para la investigación son sólo algunas de las maneras en que la profesión médica se “educa” en los beneficios de la leche artificial.

Según Patti Rundall, directora de Baby Milk Action en el Reino Unido, que ha estado luchando por un marketing responsable de la comida para bebés durante más de 20 años, durante las últimas dos décadas, las empresas de alimentación infantil han intentado establecer un papel fuerte en su relación con la profesión médica, a sabiendas de que los servicios de salud y de educación representan una oportunidad única para el marketing.

Las empresas, por ejemplo, están muy interesadas en patrocinar los estudios sobre alimentación infantil en los que se basarán los protocolos de salud, y en pagar comadronas, profesores, materiales educativos y proyectos de la comunidad.

También tiene un gran interés en patrocinar ONGs para informar y ayudar a las mujeres. Pero esto último no lo permite el Código Internacional de Marketing de Sucedáneos de la Leche Materna, porque esto perjudica la capacidad de estas organizaciones para proporcionar a las mujeres información independiente sobre alimentación infantil.

De todas maneras, estas prácticas aún prevalecen (más discretamente que en el pasado) y contribuyen a debilitar la defensa de la leche materna entre los profesionales de la salud.

Contraatacando

Cuando se hizo evidente que el descenso en las tasas de lactancia materna estaban afectando a la salud de los bebés y que la publicidad de la lactancia artificial tenía un efecto directo sobre la decisión de las mujeres de no amamantar, se redactó el Código Internacional de Marketing de los sucedáneos de la Leche Materna y fue adoptado finalmente por parte de la Asamblea Mundial de Salud (WHA) en 1981.

El voto fue prácticamente unánime, con el voto de 118 naciones miembros a favor, 3 abstenciones y un voto – el de los Estados Unidos – en contra. En 1994, después de años de oposición, los EEUU finalmente se unieron al resto de países desarrollados del mundo firmando dicho Código.

El Código es el único instrumento que promueve una nutrición segura y adecuada a escala global a través del intento de protección de la lactancia materna y asegurando un marketing apropiado para los sustitutos de la lactancia materna. Se aplica a todos los productos comercializados tanto si estos son sustitutos parciales o totales de la lactancia materna, incluyendo leches de iniciación, leches de continuación, leches especiales, cereales, zumos, purés vegetales y tés para bebés, y también se aplica a los biberones y a las tetinas.

Además, mantiene que ningún alimento infantil puede ser comercializado de ninguna forma que arruine la lactancia materna.

En concreto, el Código:

-Prohíbe toda la publicidad o promoción de estos productos al público en general.

-Prohíbe las muestras y regalos a las madres y trabajadores sanitarios.

-Requiere material informativo para recomendar la lactancia materna, para prevenir contra el uso de la lactancia artificial y para que no contengan fotos de bebés o textos que idealicen el uso de los sustitutos de la lactancia materna.

-Prohíbe el uso del sistema sanitario para promover sustitutos de lactancia materna.

-Prohíbe las ofertas gratuitas o a bajo coste de sustitutos de la leche materna

-Permite a los profesionales sanitarios recibir muestras pero sólo con fines de investigación.

-Demanda que la información del producto sea objetiva y científica.

-Prohíbe los incentivos de ventas para los sustitutos de la leche materna y el contacto directo con las madres.

-Requiere que las etiquetas informen extensamente del uso correcto de las leches infantiles y de los riesgos de su empleo erróneo.

-Requiere etiquetas que no desalienten la lactancia materna.

Este documento probablemente no habría podido ser creado hoy en día. Desde la fundación de la Organización de Comercio Internacional (WTO) y su carácter de “libre mercado” en 1995, el aumento en la sofisticación del poder de las estrategias empresariales y el cabildeo agresivo de las organizaciones sanitarias se ha incrementado hasta hacer extensivo el hecho de que el Código se habría tirado a la papelera mucho antes si se hubiera alcanzado la plataforma de voto.

Sin embargo, en 1981, los estados miembros, las empresas y las ONG’s se involucraron en una especie de caminata más equilibrada.

Impedir a la industria la publicidad de las leches infantiles, regalar muestras, promover sus productos en instalaciones sanitarias o a través de las bolsas de regalos para mamá y bebé, e insistiendo en un mejor etiquetaje, el Código actúa para regular una industria que, de otro modo, habría tenido mano libre para impulsar un producto alimenticio inferior para los bebés y niños.

Desafortunadamente…

Ser firmante del Código no significa que los países miembros estén obligados a adoptar estas recomendaciones por completo.

Muchos países, el Reino Unido incluido, han adoptado únicamente algunas partes del mismo – por ejemplo, el principio básico de que la lactancia materna es algo bueno – mientras que se ignoran los aspectos prácticos de las estrategias que limitan la publicidad y el contacto colectivo con las madres.

Así pues, en el Reino Unido, las leches de iniciación para “bebés sanos” pueden anunciarse a las madres a través de los hospitales y clínicas, aunque no a través de los medios de comunicación.

Y lo que es más, los productores de leches infantiles por su parte continúan argumentando que el Código es demasiado restrictivo y que les impide explotar por completo sus cuotas de mercado.

En efecto, Helmut Maucher, un poderoso empresario y miembro honorario de Nestlé – la compañía que ostenta el 40% del mercado total de productos infantiles alimenticios – ha llegado a decir que “las decisiones éticas que perjudican la habilidad de una compañía para competir son completamente inmorales”.

Y no se equivoca, estos mercados son grandes. El mercado del Reino Unido de leches infantiles se estima que factura 150 millones de libras al año y el estadounidense 2 billones de dólares.

El mercado mundial de leches y alimentos infantiles alcanza la asombrosa cifra de 17 billones de dólares y crece un 12% cada año. Desde el punto de vista de los productores de leches artificiales, cuantas más mujeres den el pecho más beneficios se pierden.

Se estima que por cada niño alimentando en exclusiva con lactancia materna durante 6 meses una media de 450 dólares deja de venderse en concepto de alimentos infantiles. A escala global, eso suma billones de dólares hablando de pérdidas de beneficios.

Lo que realmente preocupa a los productores es que, si aceptan el Código sin luchar, podría sentar un peligroso precedente para otras áreas del comercio internacional – por ejemplo la farmacéutica, el tabaco, las industrias alimenticias y agrícolas y las petroleras. Por este motivo el interés en la alimentación infantil ha sido desviado de la salud infantil y, en su lugar, se ha convertido en una lucha simbólica por el mercado libre.

Mientras que la mayoría de los productores públicamente están de acuerdo con la adhesión al Código, en privado, destinan enormes recursos para desarrollar formas de reinterpretarlo o saltárselo. En este esfuerzo, Nestlé ha mostrado una oposición y una tenacidad que resulta increíble.

En India, por ejemplo, Nestlé ejerció presión contra el Código asociándose con la ley, y cuando la ley se aprobó, interpuso una querella criminal sobre su etiquetaje, y promulgó una petición ante el gobierno indio en vez de aceptar los cargos.

Años de actividades agresivas de este tipo, combinadas con publicidad y prácticas de mercado no ética, ha conducido al origen de una campaña de boicot a los productos de la compañía que se remonta a 1977.

El talón de Aquiles del Código es que no proporciona una oficina de supervisión. Este concepto estaba en el borrador original pero se suprimió de los siguientes borradores. En su lugar, la supervisión del Código se ha dejado en manos de “la actuación individual de los gobiernos y colectivamente a través de la Organización Mundial de la Salud”.

Pero, durante los últimos 25 años, la responsabilidad empresarial se ha ido zafando bajo la agenda de las Naciones Unidas, muy alejada del libre mercado, la autorregulación y las asociaciones.

La falta de supervisión gubernamental ha originado que una serie de grupos más pequeños y comparativamente fundados sin tantos recursos, como la Red de Acción Internacional para la Alimentación Infantil (IBFAN), que cuenta con 200 grupos de miembros trabajando en unos 100 países, se haya hecho cargo del trabajo de supervisar las violaciones del Código por defecto.

Pero aunque estos grupos de vigilancia pueden supervisar y hacer llegar las violaciones del Código a las autoridades sanitarias, no las pueden detener.

En 2004, el informe bianual del IBFAN “Rompiendo las reglas, forzando las normas” analizó las prácticas promocionales de 16 compañías internacionales de alimentación infantil y de 14 empresa de biberones y tetinas, entre enero de 2002 y abril de 2004.

Los investigadores encontraron alrededor de 2000 violaciones del Código en 69 países.

A escala global, reinterpretar el Código para adaptarlo a las estrategias de mercado es algo muy común, y Nestlé sigue siendo el líder en este aspecto.

Según la IBFAN, Nestlé cree que sólo uno de sus productos – leche de iniciación – entra dentro del alcance del Código. La compañía igualmente niega la universalidad del Código, insistiendo en que sólo se aplica a los países desarrollados.

Donde Nestlé, y la Asociación de Productores de Alimentos Infantiles que ella misma domina, es líder, el resto de las compañías la han seguido, y cuando a las empresa como Nestlé se las coge incumpliendo el Código, la estrategia es sencilla pero efectiva, iniciar complejas y aburridas discusiones con organizaciones a nivel de la OMS o de la Asamblea Mundial de la Salud, sobre el mejor modo de interpretar el Código con la esperanza de que esto contrarrestará cualquier tipo de publicidad negativa y desviará la atención del daño causado por estas infracciones continuas.

Según Patti Rundall, resulta importante no permitir que dichas distracciones desvíen la atención del mínimo aceptable:

No puede existir un alimento producido a nivel más local, más sostenible, más medioambientalmente favorable que la leche de una madre, el único alimento necesario para un bebé durante los primeros 6 meses de vida. Es una fuente natural renovable, que no necesita ni envase ni transporte, no genera residuos y es gratuita. La lactancia materna también puede ayudar a reducir la pobreza familiar, lo cual es la mayor causa de malnutrición.

Así que quizás deberíamos simplificar el debate preguntándonos ¿son las empresas que promocionan las leches infantiles por norma tan sólo empresarios inteligentes haciendo su trabajo o violadores de los derechos humanos de la peor calaña?

No es suficientemente buena

Después de más de dos décadas, resulta evidente que una defensa poco entusiasta de la lactancia materna beneficia a los empresarios multinacionales de leches artificiales, aunque no benefica a las madres ni a los bebés, y la industria de la alimentación infantil no tiene ninguna intención de conformarse con las recomendaciones de las Naciones Unidas sobre alimentación infantil o con los principios del Código Internacional para la Publicidad de los sustitutos de la Lactancia Materna – a menos que se les obligue a hacerlo a través de la ley o de presiones de los consumidores o, incluso lo que es más efectivo, ambos.

Las mujeres no fracasan con la lactancia materna. Los profesionales de la salud, las agencias sanitarias y los gobiernos son los que fracasan a la hora de educar y apoyar a las mujeres que quieren amamantar.

Sin apoyo, muchas mujeres abandonarán cuando encuentren incluso pequeñas dificultades. Y lo que es más, afirma Mary Renfrew:

Dejar la lactancia materna no es algo que las mujeres hagan a la ligera. No dejan de amamantar y punto. Muchas de ellas luchan duramente para continuar con la lactancia materna y luchan sin ningún apoyo. Estas mujeres están luchando contra la sociedad – una sociedad que no es sólo amiga de los biberones sino que es profundamente enemiga de la lactancia materna.

Para dar la vuelta a esta tendencia, los gobiernos de todo el mundo deben comenzar a tomarse en serio la responsabilidad de asegurar la buena salud de las futuras generaciones. Hacer esto requiere un cambio social drástico y profundo.

Debemos parar de atormentar a las madres con mensajes simplistas del estilo “el pecho es mejor” y dedicar tiempo, energía y dinero a reeducar a los profesionales de la salud y a la sociedad en general.

También debemos dejar de realizar compromisos. Las políticas estatales sanitarias tales como, digamos, en el Reino Unido y los EEUU, cuyo objetivo es que el 75% de las mujeres que salen del hospital lo hagan dando el pecho, no hacen mucho más que prestar un servicio mínimo a la importancia de la lactancia materna.

Muchas de estas mujeres dejarán la lactancia materna en apenas unas semanas, y dichas políticas no benefician a nadie salvo a los productores de leches artificiales, que empezarán a hacer dinero en el momento en el que se detenga la lactancia materna.

Para conseguir que todas las madres den el pecho, debemos estar preparados para:

-Prohibir toda la publicidad sobre leches artificiales, incluidas las leches de continuación.

-Prohibir todas las muestras gratuítas de leches artificiales, incluso aquellas facilitadas para propositos educativos o de estudio.

-Requerir exactitud y advertencias destacadas sobre salud en todos los botes y paquetes de leches infantiles.

-Dedicar fondos suficientes a promocionar la lactancia materna en cada comunidad, especialmente entre las socialmente desaventajadas, con la expectativa de alcanzar el 100% de lactancia materna exclusiva durante los primeros 6 meses de vida.

-Financiar publicidad y campañas de educación que incluyan a padres, suegras, niños en edad escolar, doctores, matronas y el público en general.

-Ofrecer a las mujeres que desean amamantar en público el valor y la aprobación necesarios para hacerlo.

-Realizar provisiones de fondos para que todas las mujeres que estén trabajando tengan una baja remunerada de 6 meses después del nacimiento, sin temor a perder sus puestos de trabajo.

Dichas estrategias ya han probado su efectividad en otros lugares. En 1970, las tasas de lactancia materna en Escandinavia eran tan bajas como en Bretaña. Fue entonces cuando, uno a uno, los países escandinavos prohibieron toda la publicidad sobre leches artificales, ofrecieron una baja por maternidad con el 80% del salario y, a la hora de que la madre regresara al trabajo, una pausa de una hora para poder dar el pecho.

Hoy en día, el 98% de las mujeres escandinavas inician la lactancia materna, el 94% siguen dando el pecho durante un mes, el 81% durante dos meses, el 69% a los 4 meses y el 42% a los 6 meses.

Estas tasas, aunque todavía no son las óptimas, se encuentran sin embargo entre las más altas del mundo, como resultado de una propuesta concertada y multifaceta para promover la lactancia materna.

Dado que conocemos los beneficios de la lactancia materna y los perjuicios de la lactancia artificial, sencillamente no es aceptable que hayamos permitido que las tasas de lactancia materna en el Reino Unido y en cuaquier parte del mundo hayan descendido tan vertiginosamente.

El objetivo está claro – el 100% de las madres deberían ofrecer lactancia materna en exclusiva durante al menos los 6 primeros meses de vida de los bebés.

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contacto

Elena López

Asesora,

consultora y

formadora de Porteo

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