Menudo nombre para un post, eh? Y es que no sabía cómo llamarlo…

Veréis, personalmente, creo que Internet es la más potente revolución que está viviendo la raza humana, probablemente, al mismo nivel que el descubrimiento del fuego y/o de la agricultura. ¿Exagero? Quizás, pero, desde el nacimiento de la imprenta, que puso el conocimiento al alcance de muchos, nada había sido tan potente a la hora de difundir información. Internet, además, está siendo muchísimo más rápido. Es verdad que, como aquí nadie controla quién publica qué, pues da cabida a un montón de «morralla», y no entremos en eso, que no es la finalidad del post. Pero también es verdad que es una herramienta de comunicación eficaz, rápida y económica. Solo tienes que saber buscar… Sabéis a lo que me refiero :mrgreen:.

Pues gracias a esta potentísima herramienta, en estos últimos tiempos se está viendo el nacimiento y desarrollo de una «Red Maternal Virtual». Miles (o más) de madres (y también padres, claro) que, desde Facebook, Twitter, blogs, etc. buscan y comparten sus conocimientos y experiencias, para, desde ellos, poder construir una Maternidad y Crianza conscientes y respetuosos. Y aquí surge la Sincronía… Según la RAE, Sincronía es (en la acepción que nos ocupa) «Coincidencia de hechos o fenómenos en el tiempo«. Y… bueno, quizás no sea coincidencia, sino lógico desenlace de todo este proceso, o que yo estoy mas predispuesta a encontrar esta coordinación, pero últimamente se está gestando una revolución en la red que empieza a llegar al «mundo real».

El otro día, en Facebook, Ileana de Tenemos Tetas, nos linkaba este interesantísimo artículo, magnífico análisis del pedagogo Francesco Tonucci sobre cómo las ciudades actuales ignoran totalmente a los niños. ‎»En la ciudad moderna, los niños se han convertido en un peligro, y por este motivo, se les mantiene en lugares aparte: en el corralito o parque, en su habitación, en los jardines con columpios, en las ludotecas, etc…«

Por otro lado, Miriam, en su blog Crianza y Confianza publicaba esta acertada reflexión: Un niño igual que tú. «(…) el tratar a los niños, a nuestros hijos y a todos los pequeños del mundo con el mismo respeto que trataríamos a cualquier otro adulto o pensar como nos gustaría que nos trataran a nosotros«.

Y también, mi querida Nohemí, de Mimos y Teta, ejerce de madrina de excepción en el nacimiento de una nueva revista de Crianza Consciente, Descubriendo la Infancia, con un artículo que no tiene desperdicio, pero del que hoy voy a extraer estas palabras: «(…)aún nos queda una lucha pendiente: reconocer que los bebés y los niños son personas y que como tales tienen derechos«.

Pues bien, el otro día, aprovechando que venía una amiga de Red Canguro Andalucía por motivos personales a Madrid, quedamos unas cuantas «canguras» en la cafetería del Museo Reina Sofía.

Realmente ya no está como en la imagen… luego os cuento. Total, elegimos ese lugar porque el día amenazaba lluvia, con lo cual nuestro primer destino, el Retiro, estaba descartado. Y lo elegimos por ser céntrico y amplio, para que los peques tuvieran sitio para moverse. No penséis que íbamos una gran cantidad de gente, éramos siete adultos, cuatro bebés de menos de un año y cuatro niños de dos a cinco años. La cafetería, como os contaba, ya no está como en la foto. Es mucho más oscura, no sé si para ahorrar, y ya no están esas mesas tan «de diseño». El sitio estaba bastante vacío de gente, la terraza tenía más movimiento pero el interior, donde estábamos, no.

Al poco de llegar yo, que llegué un poco tarde :oops:, un camarero se nos acercó y, de muy malos modos, nos dijo que los niños no podían subirse a los sillones (claro! totalmente de acuerdo), no podían correr, no podían gritar y no podían jugar (ah…claro, los envolvemos en papel de burbuja y que se estén quietecitos y calladitos). Una de las mamás no se calló (viva la revolución!), y le dijo, amablemente, que eran niños. Y punto. Se fue.

Pero cuando más tarde otra mamá fue a por algo para beber para su peque, el individuo le dijo que no nos servía :shock:, y que, «por el bien de todos», nos fuéramos. ¿Cómo? ¿nos estaba amenazando? ahí de nuevo, las mamis (y el papá que nos acompañaba) tampoco se callaron, y fueron a protestar. Y, en resumidas cuentas, dijo que «esa no era una cafetería para niños», que «vergüenza nos tendría que dar tener unos niños tan maleducados» y que nos fuéramos. Acabáramos. ¡¡Y resulta que este «señor» es el encargado!! Al menos, eso dijo él. Hasta nos amenazó con llamar a la policía, cosa que decidió no hacer cuando le pedimos que, por favor, lo hiciera. A ver qué le iba a decir a la policía… «hay unas mamás con unos niños muy ruidosos, señor agente» :twisted:.

Le pedimos la hoja de reclamaciones, pero tienen el morro de no tener. ¿Por qué? Nos lo explicaron las amabilísimas chicas de Recepción del Reina Sofía: al ser una contrata que está englobada en el Museo (la gestión de la cafetería no es del Museo, sino que es una concesión), pues gestionan sus quejas con el procedimiento del mismo Museo, que no va a Consumo, sino al Ministerio de Cultura. Las chicas nos invitaron a ponerla y nos explicaron cómo iría el procedimiento, repito, unas chicas encantadoras. Parece que el Museo tiene un departamento de Recursos Humanos mucho más eficaz que el que tiene la cafetería…

«No es una cafetería para niños»… ah, claro, pues póngalo en la puerta, un cartelito, no sería el primer establecimiento en ponerlo… ups, pero es que es la cafetería del Reina Sofía, un MUSEO donde se promociona la CULTURA y que, por cierto, pagamos todos con nuestros IMPUESTOS. Tenga usted el valor de poner ese cartelito, a ver qué pasa.

Y es que los niños son ciudadanos de segunda… y por extensión sus padres también. ¿Que no podemos tomar un café y ellos jugar un rato? no estábamos en un hospital, sino en una cafetería, un sitio donde TODOS deberíamos poder pasar un rato agradable. Nos «invitó» a irnos al parque… en fin, otro gurú de la educación y la crianza suelto.

Pues eso es todo, no quiero enrollarme más, porque cada uno ha de sacar sus propias conclusiones. Hace tiempo os habría invitado a no visitar esa cafetería… Pero llegan nuevos tiempos, y hoy lo que me apetece es deciros a todos, familias, no importa cómo criéis, que revindiquemos el derecho de nuestros hijos y el propio a no ser insultados, a disfrutar de los espacios públicos en compañía de TODOS los miembros de la familia… Así que, vayamos todos a dicha cafetería, con nuestros niños, nuestras parejas, nuestros abuelos. A hacer vida normal, cada uno lo que le toca. Y si se molestan, en la recepción del Museo os dan las hojas de quejas/sugerencias, rellenad, rellenad…

Ya os contaré qué nos contesta el Museo a nuestra queja, nos dijeron que tardarían unos 15 días…

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contacto

Elena López

Asesora,

consultora y

formadora de Porteo

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