Como en el caso de los posts de porteo, tras el verano vamos retomando otras series. Como el de los #Postinvitados.
Hoy tenemos a Romina Pérez, de Teta à Porter.
Romina es alumna de Asesoras Continuum y hoy nos cuenta cómo la lactancia la pillo desprevenida.
Pese a saber la teoría y tenerlo «todo claro».
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La primera vez, nada más nacer (de eso hace algo más de 2 años), en que mi hija se prendió de mi pecho, no podía ni imaginar como ese sencillo gesto podría llegar a conformar/transformar/reformar tanto mi cotidianidad, mi feminidad, mi maternidad y mis relaciones (en lo privado y en lo público). Dar el pecho a un bebé significa estar constantemente disponible, entregada, día y noche, en una tarea, la de la maternidad, que no puede ser sustituida ni reemplazada por otra persona ni por otra cosa.
Nadie me avisó, nadie nos avisó.
Y en ese dar el pecho me encontré en el ejercicio de rehacer lo que me enseñaron que era ser mujer y ser madre. Y así, de la misma manera, lo veo en muchas mujeres que también se han embarcado en dar el pecho a demanda, que no quieren llevar a sus hijos al colegio, ni que duerman solos en otra habitación, ni irse a trabajar y entonces buscamos lugares donde no estar solas y nos juntamos con otras madres, alrededor de los niños y de las tetas.
Nadie me avisó, nadie nos avisó.
Nuestra generación está huérfana de tetas. No tenemos ni idea. Todo lo que sabía al nacer mi hija lo había leído en un libro (de un hombre) y por algunos otros artículos de asociaciones de lactancia. Iba convencida, segura, me sabía la teoría pero no tenía ni idea de la implicación ni de lo que iba a significar en nuestras vidas. Acabar enseñando los pechos al mundo entero.
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Luego dejan de ser bebés y muchas de las miradas cómplices pasan a ser miradas de reojo. Todas las tonterías que se leen y se oyen sobre las mujeres que damos el pecho a niños «demasiados mayores». Tontos, inútiles, dependientes, pervertidos. Así dice alguna gente que criamos a nuestros hijos. Rehacernos, tomar decisiones difíciles y tener que hacer oídos sordos. No atender a miradas y palabras hostiles. Centrarnos en la necesidad de nuestros hijos e hijas olvidando a veces la propia, queriendo gritar a veces la propia.
Nadie me avisó, nadie nos avisó.
Y veo a mi hija crecer sana, contenta. Y yo tengo el poder de solucionarlo casi todo con un par de tetas. Con una solo incluso. Es una bendición. Sé que algún día ya no será así, dejaré de usar sujetadores de lactancia, mi hija tendrá otras necesidades y yo tendré otra vez que reformar mi cotidianidad y mis relaciones.
Las primerizas nos embarcamos pensando en hacer lo mejor para nuestros hijos y a partir de ahí, con los niños prendidos del pecho, como si la teta fuera el lugar alrededor del que se da toda la cotidianidad, no hay más remedio que rehacerse. No hay más remedio que dejarse afectar por el sentir del otro, por su necesidad, por su demanda, y a su demanda responde siempre una teta. Una teta que soy yo misma y a la que a veces miro aún con extrañeza, con asombro.
Nadie me avisó, aquí estamos.
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Romina, además de Asesora Continuum en formación, es madre y pedagoga. Arrancando su proyecto, Teta-à-Porter, desde el que ofrece asesorías, talleres, grupos y acompañamiento en la maternidad y la crianza aunando las perspectivas de la crianza en brazos y el movimiento libre (porteo ergonómico, maduración psicomotora, autonomía y apego…). Siempre desde una visión transversal e integrada para una crianza y una maternidad consciente, reflexionada, respetuosa y empoderada.
Y si quieres conocerla un poco mejor, además de en su «Sobre mí«, te invito a que conozcas su versión del reto #30dias30nudos, en el que podrás ver cada nudo a la vez que disfrutas de Arte Urbano: Map StreetWrap Barcelona.
¡Que lo y la disfrutes!
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