Hoy es jueves de #PostInvitados y nos acompaña Roser Oliver.

Roser es Asesora de Porteo formada con mi amiga y socia Nohemí Hervada de Mimos y teta.

Pero hoy no viene a hablarnos de porteo sino de uno de las sorpresas de la maternidad (una de tantas). No te la quiero desvelar, mejor la lees:

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Tomar la decisión de convertirse en madre no es algo que ocurra de la noche a la mañana en plan «hoy he decidido tener un bebé». No sucede así. En la mayoría de casos es algo meditado, conversado, planeado, y en el instante en el que las dos rayitas nos confirman la noticia llega el momento de empezar a soñar con el futuro bebé y a imaginarnos cómo será eso de «ser mamá».

Nos vemos amamantando, acunando, besando a un tierno bebé… nos vemos siempre en el papel de cuidadora, de protectora… y como mucho, si la ilusión nos lo permite, intentamos imaginarnos más allá de los 2, 5, 10 años, ya como «madres con rodaje», «veteranas», con una curiosidad inmensa de saber cómo será eso de estar de vuelta de las cosas. O al menos de creerlo.

Sin embargo el papel de madre nos reserva una sorpresa (de las buenas) que nadie nos cuenta, y es la oportunidad que nos ofrece la vida de volver a ser un niño de nuevo.

Así, tal cual.

Y conviene darse cuenta porque parece un tópico pero es una oportunidad que no todo el mundo aprovecha y cuando pasa ese tren ya no puedes volver atrás.

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Chorritos

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Yo me di cuenta una mañana mientras llevaba a mis hijos al colegio. Estábamos parados en un semáforo y mi hijo mayor me dijo «Mamá, ¿por que tú eres más joven que las otras mamás del cole?».

Le miré sorprendida y le dije que estaba equivocado, que yo no era más joven, de hecho en algunos casos era más mayor y recuerdo la espontaneidad con la que se puso a reír y con esa media sonrisa de conquistador que le acompaña siempre me dijo «sí hombre, anda ya, cómo vas a ser más mayor».

En un principio me sentí halagada, como si me hubieran soltado un piropo o algo así, sin darme cuenta de que para el «ser joven» era otra cosa diferente (y mucho mejor) de lo que significaba para mí. Íbamos apurados, cambiamos de tema, y nunca más volvió a preguntar, pero al llegar a casa le pregunté a papá oso. «Pues claro», me contestó, «es por tus payasadas, eres como una niña pequeña».

Lo cierto es que conozco a muchas mujeres a mi alrededor tan payasas como yo, y probablemente muchas de las «mamás del cole» también lo sean, pero es que las payasadas hay que llevarlas discretamente y en la intimidad, no sea cosa que tu imagen de mujer seria, emprendedora y autosuficiente se quede en nada, así que sólo se dan cuenta de eso los más cercanos, y parece ser que para los niños esa actitud te rejuvenece.

Pero convertirse en niño de nuevo no es sólo hacer payasadas, de esas de reír hasta que te duele la tripa. No. Convertirte en niño de nuevo es algo más, de hecho, es la mejor parte de la maternidad, sobretodo si lo habías olvidado.

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Convertirte en niño es tener la capacidad de quedarte fascinado cuando mezclas dos colores y se convierten en uno diferente (pero fascinado de verdad ¿lo habéis pensado bien?).

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O salir de excursión y volver con los bolsillos llenos de piedras porque todas y cada una de ellas se convierten en algo imprescindible con lo que hay que volver a casa.

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Es tirarte por un tobogán y sentir cosquillas en el estómago.

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O comprarte un par de botas de agua y salir a saltar charcos como si no hubiera mañana y decepcionarte hasta el infinito si no encuentras ninguno.

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Es que se te caiga sin querer una miga de galleta en el mar y quedarte embobada viendo cómo los peces se acercan a ti, y avisar a toda la familia para que vea el espectáculo.

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Cómprate esas botas

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Todas estas cosas suceden, y nadie (o casi nadie) te las cuenta durante el emabrazo, porque en ese momento estas a otra cosa. El «mundo bebé» es fascinante, es un subidón de oxitocina que te lleva a un estado del que no quieres volver, pero al final es un timo, porque dura muy poco. En serio. Dura nada.

Es el mayor timo de la maternidad.

Sin embargo, la infancia, dura mucho más y de verdad, es mucho más fascinante.

Porque estas cosas pasan y es importante que aprendas a disfrutarlas porque cuando sean mayores las vas a olvidar, como olvidas tu propia infancia y sospecho que sólo volverás a recordarlas cuando tengas nietos.

Y en ese momento (si es que llega a suceder), igual ya no estas para saltar charcos ni para toboganes.

Así que aprovecha mientras puedas. Y cómprate esas botas de agua que llevas prometiéndote año tras año, que el día menos pensado saltar charcos dejará de ser divertido para ellos, y ese día ya no habrá vuelta atrás y tendrás que convertirte en adulto otra vez.

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Tienda portabebés

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Como te decía, Roser es Asesora de porteo. Puedes encontrarla en Palma de Mallorca. Además de estar formada con Mimos y teta, está en formación continua en El Ateneo De Monitos y Risas. En su espacio encontrarás desde portabebés y asesoría al respecto hasta una gran variedad de juguetes para todas las edades y actividades. Un lugar y una compañía que te encantará visitar.

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contacto

Elena López

Asesora,

consultora y

formadora de Porteo

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