Me encanta viajar. Me ha gustado siempre. A mi pareja también.
Y durante nuestros “tiempos mozos”, viajábamos bastante.
Y cuando nació Marcos una pregunta que nos hicieron bastante fue “¿Y qué dice la abuela de tener que quedarse con el niño durante vuestros viajes?” o su variante “Ya se acabó el viajar, ¿verdad?”
Pues no, no se acabó. Y la abuela no dijo nada porque siempre hemos viajado con nuestros hijos. Marcos y algo menos Lucas, que llegó después, han estado en Grecia, Italia, México, EEUU, Reino Unido, República Checa… además de múltiples lugares de España, claro, incluyendo los archipiélagos y Melilla.
Y hemos viajado con ellos en coche, autobús, tren, barco y avión. Hasta cruceros hemos hecho con ellos. He llegado a viajar yo sola con los dos en avión, por ejemplo. Y en nuestras aventuras nacionales e internacionales, siempre nos han acompañado los portabebés.
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Un portabebés, dos manos.
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Llevar un portabebés (ergonómico, por favor) te permite tener tus manos libres, lo cual es muy útil cuando tienes que llevar maletas, llevar de la mano al mayor, agarrarte al pasamanos de una pasarela o hacer fotos ideales sin preocuparte de mirar con un ojo el encuadre y con el otro a tu bebé dormido.
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Sin barreras arquitectónicas, o limitaciones de acceso.
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Con un portabebés puedes acceder a cualquier sitio al que accederías sin carrito: subir a un campanario, hacer una ruta de senderismo o montar en un teleférico no es problema si llevas a tu bebé (o niño pequeño) bien pegadito a ti. ¿Has estado alguna vez en Venecia?¿Te imaginas subir y bajar todas esas escaleras con un carrito?
Hay muchos lugares a los que no puedes acceder con carro: lugares de acceso difícil, como el Duomo de Florencia, con una orografía complicada, como la Acrópolis de Atenas, o entornos naturales protegidos, como las Cuevas del Águila de Ávila. Más los lugares en los que te prohiben llevarlos. Y te digo más, en muchos de ellos no tienes dónde dejar el carro, por lo que te ves obligado a entrar con el bebé en brazos y el carro cerrado a pulso. No es muy apetecible. Si en vez de carro llevas un portabebés, esto no te afecta.
Por no hablar de los lugares estrechos o atestados de cosas, como puede ser un mercadillo.
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En las aglomeraciones, tu bebé seguro.
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Hasta en el viaje más cuidado te puedes encontrar una aglomeración: en el aeropuerto o estación, en un mercadillo, en una cola, o en una calle muy concurrida. En esas situaciones, un carrito no es la mejor opción.
Es fácil que le den un golpe al carro o al peque, que no puedas pasar por un lugar especialmente lleno, que golpees a alguien con el carro sin querer… Por no decir que si es un bebé y no un niño de lo que estamos hablando, puede que sienta miedo ante esa situación agobiante y amenazante.
Tu bebé en el portabebé va mucho más seguro, bien pegado a tu cuerpo, siempre con contacto visual y en tu compañía, por lo que estará más tranquilo.
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Un lugar conocido.
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Aunque vayas de viaje a la ciudad de al lado, para tu hijo todo resultará desconocido: el lugar donde dormís, la comida, los horarios, el paisaje, la gente… Un portabebés es una manera de presentarle todas esas novedades desde un lugar conocido y seguro: tú.
En contacto contigo, casi casi a la misma altura, es fácil que le cuentes qué estáis viendo, qué es lo próximo que vais a hacer o qué dice ese señor que habla tan raro. Puedes llamar su atención sobre algo que creas que le va a gustar o que te ha gustado a ti. Y por supuesto, estará mucho más presente en la experiencia y podrá participar mucho más.
Por no hablar de lo cómodo que es para ti poder hablar con tu peque constantemente sin necesidad de agacharte hasta su altura.
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El «portabebés suizo”.
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A nosotros siempre nos acompaña una navaja suiza, que tiene muchas cosas además de la cuchilla y que siempre acaba por solucionarnos alguna papeleta. Pues el portabebés igual, aunque su principal función es la de llevar a tu peque, tiene mil usos alternativos que son especialmente útiles durante un viaje:
• Como trona improvisada
• Para habilitarle un lugar donde dormir o cambiar el pañal o estirarse un rato
• Para quitar luz en un lugar demasiado iluminado a la hora de la siesta
• Para hacerte un columpio en un árbol
• Como apoyo a la seguridad en según qué medios de transporte
• …
Y todo esto, ¡te cabe en un bolso!
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El ritmo es lo único que cambia.
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Por supuesto, cuando viajas con bebés yo niños, el ritmo no puede ser el mismo: necesitan parar más, los museos no les interesan y necesitan una serie de horas de sueño que más vale respetar.
Pero si adaptas tus expectativas a ese ritmo más lento, y haces hueco en el planning para sus aficiones o intereses, viajar con niños, de la edad que sea, es una experiencia muy enriquecedora para todos que te recomiendo vivamente.
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