Hoy te voy a hablar de mi experiencia personal.

Me consta que no es única ni exclusiva: la maternidad en general, y el porteo en particular, ha supuesto un camino de características similares para muchísimas personas que han descubierto el porteo en entornos «modernos».

¿Qué es un entorno «moderno»? Ese en el que, «gracias» a la tecnología, vivimos muy alejados del paradigma del cazador-recolector. Y del que sufrimos multitud de consecuencias sin ser conscientes.

A mí el porteo me dio consciencia sobre eso, y, a partir de ahí, capacidad de acción.

Y, como siempre digo, una vida nueva.

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Yo llegué al porteo de casualidad. Buscaba pañales de tela que, no me preguntes por qué, tenía claro que iba a usar. Bueno, sí sé por qué, había cierta consciencia en mí acerca del funcionamiento del cuerpo humano y no quería ponerle a mi hijo pañales desechables de incrementaran la temperatura en la zona genital.

Total, 2008, apenas había información ni tiendas donde comprarlos y, tras una búsqueda e investigación, encontré en una tienda unos pañales que me convencieron y allí tenían algunos portabebés.

Elegí un fular pensando que, ya que vivo en un 8º, sería un buen recurso para sacar al bebé de casa si se estropeaba y para todas esas salidas «cortas» en las que imaginaba que me daría pereza mover el cochecito con el cuco y tal.

Marcos tenía frenillo y eso significaba horas a la teta y sueños cortos porque siempre estaba mamando.

Mi primer fular llegó cuando Marcos tenía 15 días de vida y tras unas prácticas cutres con una marioneta de la Rana Gustavo puse a Marcos en un mal anudado y nos fuimos a pasear.

Y el peque se pasó todo el tiempo que estuvo dentro del fular durmiendo. Por primera vez dormía más de 15 minutos seguidos.

Por supuesto, el carro se quedó aparcado y nunca más lo volví a usar.

Es una exageración, porque puntualmente sí lo hemos usado, especialmente cuando llegó Lucas.

Pero desde luego, el porteo ha sido (y es) una herramienta básica de crianza en el día a día.

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Portear me ayuda a criar

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No voy a seguir con esa parte de la historia porque quería hablarte del camino del autoconocimiento.

En aquellos momentos, había muy poca información y estaba casi toda en un foro de maternidad, con un subforo sobre porteo, donde un grupo no muy numeroso de mujeres nos ayudábamos unas a otras a portear mejor.

De aquel subforo nació Red Canguro que, en sus inicios, organizábamos encuentros madre-a-madre (o a padre) para compartir conocimiento.

Mi responsabilidad, para con mi hijo en primer momento, y para con estas familias me llevó a investigar sobre cómo portear y sobre los beneficios (en aquel momento más bien sobre la falta de potenciales perjuicios).

Y empecé a compartir lo que descubría en mi blog, De Monitos y Risas, aún en WordPress. 

Y me descubrí disfrutando de compartir y de difundir (nunca habría pensado que tenía una vocación en ese sentido).

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Y emprendí.

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Mi primer cambio: dejé de trabajar para otros y empecé a trabajar para mí, porque  me gustaba y me podía permitir asumir el riesgo económico pero no el riesgo de no estar con mi hijo sus primeros años: cuanto más sabía de porteo, más claro lo tenía.

Emprender te cambia profundamente, no importa en qué sector, porque no hemos sido educados para ello, en la mayoría de casos el «ideal» se parece a ser funcionario. Hay que remover un montón de creencias y enfrentarte a un montón de dificultades. 

Como con la maternidad, por cierto.

Aprender sobre porteo. contacto y lactancia me hizo replantearme todo sobre la maternidad: la alimentación complementaria, el colecho, la disciplina positiva… fueron apareciendo en mi vida como respuesta a todas las preguntas que me hacía. 

Y, por supuesto, lo siguiente fue replantarme cómo me habían criado a mí, y sus consecuencias en mí. Primero como madre, luego como individuo.

Fue sin duda la parte más dura: reconocer mis taras, mi «malamadrez», aceptarla, e intentar cambiarlo.

Reconocer de dónde venían, asumirlo, lamentarme, aceptar que cada uno hacemos lo que podemos en el momento en que estamos con la información que tenemos. Y tomar control. Ponerme manos a la obra.

Acertar. Equivocarme. Aprender. Volverme a equivocar… es un proceso que sigue en marcha y dudo que pare nunca. La relación con nuestros hijos evoluciona y dudo que nunca quedemos libres de meter la pata.

Ese es el proceso más intenso que me ha traído el porteo y crianza y es, sin duda, el proceso del que bebe todo mi trabajo de divulgación.

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No todo es de color rosa

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Porque tengo muy claro que lo habría tenido más sencillo como madre si mis propios padres hubieran sabido todo lo que yo sé de contacto. Y porque tengo muy claro que, pese a todas las patazas que he metido, meto y meteré con mis hijos, ellos tienen una mejor base sobre la que construir cuando les llegue el momento. 

Hasta aquí hay bastante sobre lo que reflexionar, y aprender, sobre una misma. Pero, en mi caso, no paró ahí.

Porque conocer la fisiología de la maternidad y la crianza me acercó al conocimiento de la fisiología humana en general.

Alimentación, ejercicio, descanso, luz natural, medicamentos, salud emocional…

Y así, seguí introduciendo cambios en mi vida que, por supuesto, han introducido cambios en la manera en que funciona todo mi cuerpo, incluyendo mis pensamientos y reflexiones.

Ahora todo pasa mi filtro, mi modelo mental del cazador-recolector y así:

  • Compramos una casa en mitad de la nada (literal) para tener más contacto con la Naturaleza y de manera más auténtica: sin contaminación lumínica, ni ambiental, ni acústica…
  • Me muevo mucho más, y me aseguro de que mis hijos se muevan: vamos y volvemos andando del colegio, siempre pasamos una hora en el parque cuando les recojo a la salida, y, cuando estamos en nuestra casa en el campo, caminamos mucho por entornos naturales.
  • No paso más de una hora en la misma posición e intercalo posiciones para trabajar: de pie, sentada, acuclillada… Al cambiar cada hora de posición estoy incorporando movimientos básicos: sentadillas, colgarme de la barra de dominadas, flexiones… aquí voy poco a poco, la verdad, me cuesta.
  • Soy consciente de la importancia de entrenar la fuerza y me estoy esforzando para introducirlo poco a poco en mis rutinas, de momento trabajando con el peso propio, kettlebells y mancuernas (no rosa, de 6 Kg).
  • Me he pasado al calzado minimalista, para mí y los niños, y a andar descalzos la mayor cantidad de tiempo posible, incluyendo en la naturaleza.
  • Y he buscado una dentista que sabe de evolución y lactancia y que no empasta «a lo loco».
  • Comemos mucho mejor, priorizando comida real y enseñando a los niños a comer mejor también. Personalmente, hago ciclos de alimentación low carb en otoño y primavera y ciclos de cetosis en invierno.
  • Al comienzo del emprendimiento dormía muy poco porque aprovechaba cuando dormía Marcos para currar. Ahora soy mucho más consciente de la importancia del descanso y no duermo menos de 6 horas nunca, aunque intento llegar a las 7 y en buenas condiciones: oscuridad y cierto fresco.

Sobre la importancia de las relaciones sociales me quedó todo claro con la soledad de mi primer puerperio y por eso agradezco constantemente a las redes sociales por existir y conectarme con personas que me aportan, que me interesan, que me apasionan, que me acompañan…

Por otro lado, ahora soy más consciente de la importancia de las relaciones «en directo» y también las cultivo, y aprovecho y agradezco de nuevo a Esmeralda (de Siriñadas) por existir, estar y por las mañanas de «trote cochiquero».

  • Y, en último lugar cronológicamente pero de igual importancia, he tomado consciencia de la importancia del autocuidado y, sobre todo, de que te cuiden.

He empezado a exigir mi cuota de sentirme cuidada por las personas a las que cuido día a día: mi familia. Los niños aportan cuidados entre ellos, de sus cosas, y vamos aprendiendo juntos maneras respetuosas de comunicarnos, de mostrar desacuerdo sin herir y de preocuparse por TODAS las personas que convivimos en esta casa.

Me cuido, por supuesto, y para eso he quitado tiempo de cuidados a otros. Y es así, y reconocer que mi autocuidado tiene la misma importancia que cuidar a los demás (aunque esos demás sean mis propios hijos) ha sido un camino más que difícil.

Y no solo me refiero a lo físico, que también. Cuido mi pelo, mi piel, mi actividad física, mi comida… Y si para eso dejo de jugar al parchís con los niños, bien está (bueno, aún  me queda parte por procesar, pero lo hago).

Pero también cuido mi equilibrio emocional: voy a una psicóloga periódicamente a trabajar todas mis taras, y a hablar con alguien que no me juzga (y que, sobre todo, siento que puedo decirle cualquier cosa sin que me juzgue).

He terminado con relaciones que solo me aportaban dolor. Bueno, realmente he puesto límites claros a esas relaciones y, como consecuencia, se han roto. Y tan a gusto, la verdad.

Realmente, este proceso ha ocurrido en tres fases que ha coincidido con mis tres maternidades y estoy cada día más convencida de que tiene que ver con la reestructuración cerebral propia de la maternidad: cada nuevo parto y lactancia es un nuevo chute oxitocínico que se acumula y me ayuda.

Llevo 11 años con unos niveles de oxitocina más altos y creo que mi autoconocimiento ha sido guiado por ella. No me quedará mucho de lactancia ya, pero conozco otras maneras de estimular la presencia de oxitocina en mi sistema y en mi familia. Y te las estoy contando.

¿Te unes a esta aventura?

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Este texto corresponde al proyecto «Por qué el porteo te hará libre» que se ha desarrollado estos días en Patreon.

Patreon es una plataforma de mecenazgo donde puedes apoyar mi trabajo de difusión, decidir los próximos contenidos en De Monitos y Risas y disfrutar de contenidos exclusivos.

Desde solo 4€/mes (aproximadamente, son 3$/mes más impuestos).

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contacto

Elena López

Asesora,

consultora y

formadora de Porteo

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