Vivo en Venezuela, país víctima de numerosos conflictos y en estado de crisis humanitaria.

Por lo tanto, aunque en este blog, suelo escribir sobre el mundo suave de los bebés, el porteo y la maternidad en los primeros años, me resulta difícil abstraerme de una realidad que cada día aprieta su cerco en torno a mis allegados y a mi familia.

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En este momento específico, este post surge a raíz de dos situaciones.

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Hace poco me escribieron un mail. Una amiga enfermera me preguntaba si yo podía acudir en calidad de asesora de porteo y apoyo extra al equipo de atención neonatal. Realizarían una actividad de labor social en un centro médico público.

Cuando le pedí algunos datos de rigor para organizarme con mi material de trabajo, me dijo que en este caso iban a apoyar a madres de bebés desnutridos o que sufrieron algún tipo de lesión, mala praxis por falta de personal y recursos médicos.

Algunas eran madres de bebés que iban a morir si no conseguían ciertas medicinas.

Algunas eran madres de un gemelo que había sobrevivido.

Algunas, con lesiones y debilidad por hemorragias tenían que estar con el bebé haciendo piel con piel en medio de precarias y antihigiénicas condiciones, por falta de camas, incubadoras y habitaciones.

La enfermera que me contactó es madre de dos niños, entusiasta conocedora de algunos principios básicos de porteo, los cuidados madre canguro y los beneficios del contacto. Por iniciativa propia propuso hacer en su centro médico, una actividad de orientación y asesoría grupal. Y por supuesto, prometió llevar a una asesora.

Por eso me escribió.

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Recientemente conversaba con un querido amigo. Me comentaba el caso de un joven allegado a él, apresado (como otros cientos de jóvenes) en  medio de la represión militar en mi país.

Sólo por protestar contra el horror que estamos viviendo.

En palabras textuales de su hermana , protestó por «los altos niveles de delincuencia que existen en el país, por la muerte de los niños neonatos que apenas ven la luz del mundo en todos los hospitales de la patria y por el sufrimiento colectivo al que somos sometidos sistemáticamente y que evidencia que debemos protestar, hasta por la carencia de amor que estamos expresándonos».

Copio sus palabras, sobre todo por esto último, que me ha removido profundamente. Ciertamente todo es consecuencia, en un sentido primitivo y más profundo, de la carencia de amor, la carencia de apego seguro, la carencia de contacto, del cuidado con instinto animal.

Porque la falta de amor en las masas se traduce en odio, guerra, falta de empatía. La falta de amor es la cuna de la dictadura y la miseria del mundo.

Me contaron, entre otras cosas, que la madre del muchacho apresado, cual loba alfa movilizó a toda una ciudad para liberar a su hijo. Otras madres y padres se le unieron. «Fue heroico», decía mi amigo.

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Casos como este suceden todos los días. Cerca o lejos de donde estoy.

El caso es que es impresionante como, entre las madres, surge cierta fiereza y capacidad enorme de liderazgo cuando algo amenaza a nuestros hijos.

Por eso quiero brindarles un homenaje a las madres lobas de los países que sufren.

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Las madres de esos hijos, quizá ya no tan niños.

Las madres de los que han sido apresados injustamente.

Las madres niñas, con niños en brazos.

Las madres que alumbran muerte en los hospitales sin insumos.

Las madres a las que se le va el alma en un adiós de aeropuerto.

Las madres que buscan medicina por cielo y tierra.

Las madres que buscan comida en la basura con un bebé y dos niños agarrados a las faldas.

Las madres que piden en las calles.

Incluso las que roban, con rostro enloquecido y cuerpo esquelético.

Incluso las Madre Coraje, que son la consecuencia de la miseria y la mezquindad.

Las Fantine de este mundo, que venden sus cabellos, sus dientes, sus órganos, su cuerpo por la vida de sus hijos.

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Escribo esto y no puedo dejar de llorar.

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Sé que este es un blog de maternidad. Y justo hoy  no puedo escribir sobre la risa de un bebé, ni los primeros pasos de nuestros niños. No cuando ayer leí las cifras nacionales de mortalidad neonatal en mi país.

Y ahora tengo que ponerme un armadura para no desplomarme ante las madres que tendré que asesorar en unos días.

Sólo me reconforta saber que las madres NO NOS RENDIMOS.

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Madre Loba

Fotografía de escultura de La Loba Capitolina, intervenida digitalmente por el ilustrador David Delpino.

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contacto

Elena López

Asesora,

consultora y

formadora de Porteo

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