Hoy he tenido sesión de reflexología con una mujer en pleno puerperio inmediato. Su peque, que se ha pasado toda la sesión dormidita, tiene apenas un mes.

Normalmente, las sesiones me permiten «desconectar». Mis manos saben qué tienen que hacer y yo simplemente me centro en mi respiración y en la posición y movimiento de mis manos y cuerpo.

Una especie de meditación.

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Sin embargo, hoy me sorprendí pensando en que hace «mil» que no recibo yo un masaje. Y me he dejado llevar por este pensamiento que ha resultado ser una reflexión sobre el poco contacto que nos regalamos, que nos permitimos disfrutar.

Nos abrazamos poco y, más allá de nuestros hijos, abrazamos poco a nuestros seres queridos. Pedimos pocos abrazos, pocas caricias. Pasamos parte de nuestra vida con nuestros compañeros de trabajo sin apenas rozarnos y desde luego, no intencionalmente.

Ya ni hablemos de permitirnos «el lujo» de ir a que nos den un masaje por el mero hecho de recibir un masaje. Sé de lo que hablo. Es una de las tareas que les pongo a las Asesoras Continuum en formación, en el módulo de contacto, recibir un masaje relajante, y hay muchas que acaban la formación sin hacerlo. Es la tarea más molona del curso, pero no todas la hacen.

Y es porque no nos tomamos en serio la necesidad que tenemos de contacto los adultos también.

Y porque sentimos cierta culpa por dedicarnos unos mimos, por «perder» unas horas de nuestro tiempo y un puñado de euros en un «capricho».

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Hoy quiero preguntarte ¿por qué?

Si el contacto es imprescindible para tus hijos, ¿por qué crees que tú puedes vivir sin él?

¿Por qué te esfuerzas por cuidar a otros pero te olvidas de cuidarte tú?

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Oxitocina power

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Me gustaría invitarte a darte un masaje relajante, al igual que hago con mis alumnas. Déjate mimar, cuídate, date un extra de oxitocina.

No hay edad límite para el poder de las caricias.

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Y te dejo con este poema, que me gusta regalar en el curso de masaje infantil, espero que hoy (y siempre) recibas muchos abrazos:

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Por favor, tócame


Si soy tu bebé, tócame.
Necesito tanto que me toques,
no te limites a lavarme, a cambiarme los pañales y alimentarme,
Méceme junto a tu cuerpo, besa mi carita y acaricia mi cuerpo.
Tu caricia relajante y suave expresa seguridad y amor

Si soy tu niño, tócame.
Aunque yo me resista y te aleje,
persiste, encuentra la manera de satisfacer mis necesidades.
El abrazo que me das por las noches endulza mis sueños.
El modo en que me tocas durante el  día me dicen como te sientes.

Si soy tu adolescente, tócame.
No creas que, porque sea casi adulto, no necesito saber que aún me cuidas.
Necesito tus abrazos cariñosos y tu voz llena de ternura.
Cuando el camino se vuelve duro, el niño que hay en mí te necesita

Si soy tu amigo, tócame.
No hay nada que me comunique mejor tu cariño que un abrazo tierno.
Una caricia curativa cuando estoy deprimido
me asegura que me quieres y me informa que no estoy solo.
Tu contacto pudiera ser el único que logre.

Si soy tu compañero sexual, tócame.
Podrías creer que basta la pasión,
pero sólo tus brazos rechazan mis temores.
Necesito tu toque de ternura que me da fe
y me recuerda que soy amado porque soy como soy

Si soy tu hijo adulto, tócame.
Aunque tenga mi propia familia para tocar.
Aún necesito que me abracen mamá y papá cuando me siento triste.
Como padre yo mismo, mi visión ha cambiado y los valoro aún más

Si soy tu padre anciano, tócame.
Como me acariciaban cuando yo era pequeño.
Coge mi mano, siéntate cerca de mí, dame tu fuerza,
Y calienta mi cuerpo cansado con tu proximidad.
Mi piel está arrugada, pero goza cuando es acariciada.

No tengas temor. Sólo tócame.


Del libro “El poder del tacto”

Phyllis K. Davis (Ed. Paidos)

 

 

 

 

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contacto

Elena López

Asesora,

consultora y

formadora de Porteo

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